Foto: Noticias ONU/Daniel Johnson
A lo largo del siglo XX y lo que va del XXI, América Latina hispanohablante ha sido escenario de avances fundamentales en los derechos de las mujeres, muchas veces adelantándose a países de Europa. Desde el acceso al voto hasta la paridad política y los derechos reproductivos, la región ha demostrado que la lucha feminista no es exclusiva del llamado “Primer Mundo”. Sin embargo, estos logros no han sucedido al mismo ritmo en todos los países, reflejando tanto victorias significativas como desigualdades persistentes.
Uno de los hitos más importantes en la lucha por la igualdad fue el derecho al voto. Si bien la historia suele centrarse en los avances europeos y norteamericanos, lo cierto es que América Latina tomó la delantera en varios casos.
Uruguay se convirtió en el primer país de América Latina en otorgar el sufragio femenino en 1927, una conquista que precedió a naciones como Francia (1944) o Suiza (1971). Apenas dos años después, en 1929, Ecuador se convirtió en el primer país latinoamericano en permitir el voto sin restricciones a todas las mujeres, un derecho que aún tardaría en consolidarse en muchos países europeos.A medida que el siglo avanzó, otras naciones siguieron el camino: Argentina en 1947, México en 1953, Colombia en 1954 y Perú en 1955. En comparación, Portugal no reconoció el sufragio femenino pleno hasta 1976.
Mujeres en la política: Presidentas y representación en el Congreso
El acceso de las mujeres a posiciones de liderazgo ha sido un proceso gradual, pero América Latina ha demostrado que el poder no es exclusivo de los hombres.
Países como Chile, Honduras y Perú han elegido mujeres para la presidencia en tiempos recientes, desafiando estructuras políticas históricamente dominadas por hombres. Michelle Bachelet en Chile (2006 y 2014), Xiomara Castro en Honduras (2022) y Dina Boluarte en Perú (2022) han ocupado el cargo más alto de sus países, mientras que en otras regiones del mundo la presencia femenina en el poder ejecutivo sigue siendo una excepción.
Pero más allá de los cargos individuales, la presencia de las mujeres en los espacios de decisión ha sido impulsada por cambios estructurales. En 1991, Argentina marcó un precedente con su Ley de Cupo Femenino, que exigía que al menos un 30% de las candidaturas legislativas fueran ocupadas por mujeres. Este modelo fue seguido por varios países de la región, como México y Colombia, consolidando la participación política femenina.
Derechos civiles: matrimonio, divorcio y autonomía legal
Las transformaciones en el ámbito civil han sido otro pilar fundamental en la historia de los derechos de las mujeres en América Latina.
A comienzos del siglo XX, Uruguay volvió a situarse a la vanguardia con una legislación revolucionaria: en 1907, permitió el divorcio a solicitud de la mujer, un derecho que en muchos países europeos tardó décadas en consolidarse.
El acceso a la educación superior también fue una batalla clave. En 1877, Chile promulgó el Decreto Amunátegui, que permitió a las mujeres estudiar en la universidad, un avance que en ese momento no estaba garantizado en gran parte de Europa.En tiempos más recientes, la lucha por la igualdad civil ha dado lugar a la aprobación del matrimonio igualitario en Argentina (2010) y México (2015-2022), mucho antes que en países como Alemania (2017) o Italia (2023), garantizando así los mismos derechos a todas las mujeres, sin importar su orientación sexual.
Derechos reproductivos y salud sexual
El acceso a derechos sexuales y reproductivos ha sido una de las luchas más difíciles, pero América Latina también ha conseguido avances notables.
Cuba legalizó el aborto en 1965 y Uruguay en 2012, estableciendo modelos que garantizan la autonomía de las mujeres sobre sus cuerpos antes que en España (2010) o Irlanda (2018). En la última década, Argentina (2020) y México (2021) han seguido este camino, aunque en varios países de la región el acceso sigue siendo limitado o criminalizado.
Un camino de luchas y avances
La historia de los derechos de las mujeres en América Latina es una historia de conquistas, pero también de desafíos. Si bien la región ha sido pionera en muchos aspectos, aún persisten brechas en términos de acceso a oportunidades, igualdad salarial y violencia de género.
Sin embargo, lo que queda claro es que el feminismo en América Latina no ha sido un reflejo tardío de las luchas europeas o estadounidenses, sino un movimiento con su propia identidad, capaz de generar cambios profundos y, en muchos casos, adelantarse al resto del mundo.